Un señor muy amable llamado Eduardo fue al campo y le compró un burro a un anciano por S/5000 soles. El viejo acordó entregarle el animal al día siguiente.
Al día siguiente, el campesino le dijo:
—Lo siento, Eduardo, pero tengo malas noticias: el burro falleció.
—Bueno —dijo Eduardo—, entonces devuélvame mi dinero.
El vendedor replicó:
—No puedo. Ya me lo gasté.
Eduardo le dijo:
—Bien, igual entrégueme el burro.
— ¿Y para qué? —preguntó el anciano—, ¿Qué vas a hacer con él?
—Lo voy a rifar —contestó Eduardo.
—Estás loco, ¿cómo vas a rifar un burro fallecido?
—Es que no le voy a decir a nadie que está fallecido, por supuesto.
Un mes después, el campesino encontró nuevamente a Eduardo y le preguntó:
— ¿Qué pasó con el burro?
Eduardo respondió:
—Lo rifé, vendí 500 números a S/20 cada uno y gané S/10,000 soles.
— ¿Y nadie se quejó? —preguntó el viejo.
—Solamente el ganador —le dijo Eduardo—, pero a él le devolví sus S/20 soles.
Eduardo creció y se hizo político. Llegó a ser alcalde, congresista y luego gobernador. Usó el dinero de todos para llenarse los bolsillos. Todos sabemos cómo.
Un señor que nunca trabajó honestamente ni hizo nada productivo, ahora es muy rico… porque encontró muchos burros fallecidos en su camino y los rifó a gente ingenua. Lo mejor de esta historia es que sigue encontrando más burros fallecidos. ¡Quiere ser gobernador de nuevo! Hay muchos que no tienen vergüenza.
Tú no puedes dejar que te sigan vendiendo burros fallecidos… Estemos alertas. Abre tus ojos y, mejor aún, tu mente, tu criterio y mucho sentido común. Piensa en tus hijos y tu familia.
Jul 31