El presbítero Ernesto Agüera, referente de la Casa Juan Diego, criticó la falta de políticas públicas sostenidas para enfrentar las adicciones y advirtió que el narcotráfico ya permeó todas las capas sociales.
En el marco del Día Internacional de Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas, el presbítero Ernesto Agüera, asesor espiritual de Casa Juan Diego y miembro de la Pastoral de Adicciones de la Iglesia Católica, brindó una entrevista a LT10 donde expuso con crudeza la realidad del consumo de drogas y el rol ausente del Estado.
“El documento de los obispos me pareció muy suave. Son pastores, pero también temen represalias, no sobre ellos, sino sobre las obras que se están haciendo para ayudar en esta situación”, sostuvo Agüera, en relación al reciente pronunciamiento de la Conferencia Episcopal.
Con décadas de experiencia recorriendo barrios y asistiendo a personas en situación de consumo, el sacerdote fue contundente: “El Estado hace mucho que está borrado. Todo lo que es asistencia al más débil empezó por personas particulares y por la Iglesia”.
En la entrevista, describió el crecimiento del narcotráfico desde los años 70, y cómo el mercado de las drogas se expandió hacia los sectores más vulnerables: “Antes era una élite. Hoy el narcotráfico ya permea todas las capas sociales. La Argentina ya no es un país de tránsito, es un país de consumo”.
Sobre el rol estatal en la recuperación de personas con adicciones, Agüera fue directo: “Nombrame un solo instituto del Estado para recuperación de adictos que sea efectivo. No hay. Siempre te tiran un subsidio, pero te tienen la soga al cuello. Se gasta en publicidad de prevención, pero no hay estructuras concretas”.
El sacerdote también cuestionó duramente la idea de que el Estado asuma la venta de drogas y expresó que “es una fantasía peligrosa. Si el Estado vende, ¿a quién se las vende? ¿Y si no tienen plata? ¿Van a robar? ¿Y los narcos van a permitir esa competencia? Eso sólo va a aumentar la violencia”, advirtió.
Respecto al crecimiento del consumo, dijo que “es refugio ante la frustración. Hay un abismo entre lo que la gente desea y lo que le toca vivir. La droga es placer inmediato, y eso se potencia en una cultura que quiere todo ya”.
Finalmente, pidió dejar de ver al adicto como un “descartable” y entender que “cada persona es digna, un hijo de Dios. No podemos aceptar que se naturalice esta realidad. No podemos permitirnos esa indiferencia”.
Desde la Casa Juan Diego, ubicada en calle Junín 2141 en Santa Fe, Agüera y un equipo de voluntarios ofrecen asistencia espiritual y contención a personas en situación de calle y con consumos problemáticos. “Es gente que lo hace movida por el amor al prójimo. Y esto, mañana, también nos puede pasar a cualquiera de nosotros”, concluyó.
Fuente: LT10